El 2 de octubre de 1968, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco se convirtió en escenario de una de las represiones más cruentas de la historia moderna mexicana.
Aquel día, cientos de estudiantes, obreros e intelectuales fueron atacados por fuerzas del Estado en una operación que dejó un número indeterminado de muertos, heridos y desaparecidos.
Sin embargo, mientras la violencia sacudía a la sociedad, los medios de comunicación tradicionales guardaban silencio.
Censura y alineación oficial
Durante los días posteriores a la matanza, la mayoría de los periódicos, estaciones de radio y canales de televisión repitieron la versión oficial: “fue un enfrentamiento provocado por grupos radicales”.
La narrativa del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz se impuso en los titulares, minimizando la magnitud del ataque y ocultando la responsabilidad estatal.
La prensa escrita, en particular, se vio limitada por la autocensura y la presión directa del régimen. El diario Excélsior, bajo la dirección de Julio Scherer García, intentó abrir espacios de crítica, pero enfrentó represalias que culminarían años después en su destitución.
La televisión, dominada por Telesistema Mexicano (antecesora de Televisa), se mantuvo alineada con el discurso gubernamental, evitando imágenes o testimonios que contradijeran la versión oficial
La voz de los estudiantes y el surgimiento de nuevos medios
Ante el cerco informativo, el movimiento estudiantil desarrolló sus propios canales de comunicación. A través de volantes, carteles, asambleas y el periódico mural, los jóvenes difundieron sus demandas: libertad de expresión, derogación del artículo 145 del Código Penal, y la desaparición del cuerpo de granaderos.
El documental El grito, dirigido por Leobardo López Aretche, se convirtió en un testimonio visual clave. Filmado por estudiantes de cine, capturó las marchas, los discursos y la atmósfera de tensión que precedió a la masacre. Aunque fue censurado durante años, hoy es considerado un documento histórico esencial.
El despertar de una nueva generación periodística
La represión del 68 marcó un punto de inflexión en el periodismo mexicano. Muchos comunicadores jóvenes, impactados por el silencio de los medios tradicionales, optaron por una práctica más crítica y comprometida.
El movimiento estudiantil, según Ana María Serna, “nutrió indirectamente a una generación de periodistas que trabajaron desde otra perspectiva”.
Este giro se consolidaría en los años siguientes con la aparición de medios independientes, revistas culturales y espacios universitarios que cuestionaban el poder y exigían transparencia.
Memoria y responsabilidad
A más de cinco décadas del 2 de octubre, el papel de los medios sigue siendo objeto de reflexión. La consigna “¡2 de octubre no se olvida!” no solo exige justicia para las víctimas, sino también memoria para los silencios cómplices. Hoy, en un contexto de pluralidad mediática, el reto es mantener viva la verdad y garantizar que nunca más se repita una tragedia encubierta por la censura.















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