En el marco del Jubileo de los Migrantes y de la Ecología, monseñor Francisco Javier Acero Pérez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, hizo un enérgico llamado a “dejar de utilizar la migración como arma ideológica” y a asumir una verdadera conversión ecológica integral frente a la crisis ambiental y humanitaria que golpea a los más vulnerables.
Durante su homilía, el prelado advirtió que los discursos que “condicionan nuestra forma de pensar hasta convertirnos en seres intolerantes o incluso racistas” deben ser desterrados del debate público. “El que quiere ser un discípulo misionero de Jesús construye puentes, derriba muros y siembra reconciliación”, sostuvo, al tiempo que urgió a “evitar el uso político de los migrantes y refugiados”.
Enfatizó que la Iglesia católica seguirá acompañando de manera integral a los migrantes y refugiados, así como a las víctimas del cambio climático, mediante las redes de Cáritas y el trabajo pastoral en las comunidades.
“El grito del planeta es el grito de los pobres”
Monseñor Acero destacó que la crisis climática no es solo técnica, sino existencial y de justicia, por lo que la Iglesia “no guardará silencio” ante la devastación ambiental y la indiferencia social.
“El Papa Francisco primero y ahora el Papa León XIV nos han llamado a una conversión ecológica. Ojo: esto no significa tomar una moda pasajera de color verde. Implica abrir nuestro corazón para escuchar el grito de los pobres, de los vulnerables y de nuestro propio planeta”, afirmó.
El obispo explicó que esta conversión debe manifestarse en tres niveles: personal, comunitario y estructural, con el propósito de “sanar los tejidos socioambientales rotos” y avanzar hacia una “economía del bien y del cuidado de la casa común”.
Cuidar la vida, centro del mensaje cristiano
Inspirado en san Francisco de Asís, cuya festividad coincidió con la jornada jubilar, Acero Pérez recordó que “la preocupación por la naturaleza, la justicia para los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior son inseparables”.
Pidió sustituir “la lógica extractivista por una economía del bien” y poner “el cuidado de la vida en el centro” de las decisiones personales y colectivas.
Asimismo, instó a sensibilizar los entornos familiares, comunitarios y políticos para sumar “más manos a la tarea del cuidado de quienes más lo necesitan”, convencido de que la esperanza es la fuerza que impulsa al ser humano a construir un futuro mejor.
“Dios nos preguntará algún día si hemos cuidado el mundo que Él creó y a nuestros hermanos y hermanas. ¿Cuál será nuestra respuesta?”, concluyó.
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